miércoles, 15 de enero de 2014

Un Dalí para el Reina Sofía

Amanecemos este 2014 con la noticia de las cifras de los visitantes de los museos durante el año 2013. Cabe reseñar que, como de costumbre, parece que el valor de un Museo viene dado por el número de personas que lo visitan, porque ahora los Museos han pasado a ser "industrias culturales" y sus públicos, "consumidores". En línea con esta reflexión os recomiendo el artículo de Juan José Millás, que creo que señala muy acertadamente que «o se trata de consumo o se trata de cultura», y que no se debería medir el valor de un Museo por su rendimiento económico, sino por todo lo que éste aporta a la sociedad.

Esto no quita que los museos sí que tengan que preocuparse por llegar a sus públicos, por lo que el número de visitantes si qué puede ser un medidor útil de cómo de bien está cada museo cumpliendo su misión.
Sin intención de meterme en cuáles son las funciones del museo, de lo que espero escribir otro día, hay que destacar que un gran cambio en las últimas décadas en la Museología ha sido el de intentar transformar el museo de un lugar de recreación de unos pocos eruditos, que acudían al museo a contemplar las obras esperando que las mismas les produjeran el mítico Stendhalazo (comúnmente conocido como síndrome de Stendhal), a un lugar en el que todos los públicos se sientan integrado y desde el que puedan acceder a la historia y a la cultura.

Muchas son las dificultades a las que se enfrentan los museos para cumplir esta titánica misión: la falta de recursos, la falta de personal, los requisitos de conservación de las obras, el diseño espacial… y principalmente, la falta de interés o de motivación en el público. Si, evidentemente, hay muchas causas de este desinterés y desmotivación que son ajenas a Museo, quiero creer en todavía hay muchas cosas que quedan a mano de la institución, y una de ellas tengo el firme propósito de demostrar que es la comunicación.

Claro está que la comunicación no va a ser de repente la panacea, pero si que es verdad que hay una estrecha relación entre hacer una buena comunicación y llegar a un gran número de visitantes. Como ejemplo, este año el museo Reina Sofía se lleva la estatuilla a mejor comunicador, pues con el éxito de Dali ha podido capear el temporal. Si, en esta exposición, ha jugado un gran papel el hecho de que su protagonista sea el genial Dalí, no hay por ello que subestimar la importancia de haber sabido comunicarlo. Un mensaje bien diseñado, poniendo el énfasis en la singularidad de Dalí, en su valor patrimonial, pero sobre todo, en la oportunidad única para contemplar ciertas obras, ha sin duda alguna influido en la motivación del gran público para visitarla. Pero hay además que añadir la buena relación que los profesionales del Reina han sabido mantener con los medios, obteniendo una enorme publicity que incluye haber salido un par de veces en televisión. Por último, y quizá haya sido lo más importante, el haber sabido crear el efecto #fan que ha sumido a la población española en una especie de paranoia si llegaran a perderse esta exposición, explicando las grandes colas que a su vez eran un reclamo para resto de usuarios.

Un fenómeno de masas que evidentemente no queda al alcance de todos los museos pero que es una buena oportunidad para señalar la importancia de la comunicación y para reflexionar sobre el hecho de que palabras como único, mejor, primer y otros superlativos varios son todavía (y desafortunadamente) la principal provocación para que la gente ose adentrarse tras los muros del museo.

Una imagen del último día de la exposición dedicada a Dalí, en el Museo Reina Sofía.
Foto: EFE

1 comentario:

  1. Enhorabuena por empezar a escribir este blog! La iniciativa me encanta y estoy seguro de que, aunque no llegues a Ítaca, acabarás consiguiendo que volvamos a los museos.

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